Descripción
Una fotografía se convierte en fotomontaje con un simple corte de [popover2 title=»Las tijeras en la era digital, entendidas como metáfora, equivaldrían a las diferentes herramientas de corte en los programas de retoque fotográfico.»]tijeras[/popover2]. El fotomontaje consiste, básicamente, en recortar imágenes y pegarlas juntas: esta composición o collage puede realizarse mediante recortes de otras ilustraciones juntando un cierto número de ellas.
Sin embargo, las implicancias estéticas que derivan de este simple acto pueden ser enormes.
«Con sus tijeras recorta acontecimientos y objetos de las escenas a las que pertenecen originariamente. Y luego los dispone en una escena nueva, inesperada y discontinua a fin de ofrecer un argumento político: por ejemplo sitúa al parlamento en un ataúd. […] La ventaja peculiar del fotomontaje reside en el hecho de que todo lo que se ha recortado mantiene su familiar aspecto fotográfico. Seguimos mirando primero unas cosas y solo en segundo término unos símbolos.»
John Berger (2014, pág. 41)
El fotomontaje es casi tan antiguo como la propia fotografía. De hecho, el fotógrafo inglés Henry Peach Robinson es considerado el primero en haber realizado la técnica del fotomontaje, poco después de haber comenzado su carrera, en 1857, pero los dadaístas berlineses lo redescubrieron hacia 1919, como una técnica que se adecuaba a
«las ambiciones artísticas de sus practicantes al mismo tiempo que transmitía un mensaje.»
Badger (2009, pág. 63)
El collage trata de un tema central que aborda el dadaísmo: la insatisfacción y la necesidad de transformación. ¿Por qué dejar algo intacto? ¿Por qué romperlo?
Las vanguardias buscaban incidir en la realidad, querían construir una revolución. De ahí su búsqueda de ruptura de estructuras y purismos.
Hasta este momento, la copia fotográfica impresa se consideraba impoluta y no se debía tocar. Sin embargo, algunos autores vanguardistas llegaron para desafiar este concepto.
Hannah Hoch, autora dadaísta alemana, en su collage El cuchillo de cocina dadá saja el vientre cervecero de la última época cultural Weimar en Alemania, refleja la inestable situación política, pero sobre todo, el ánimo de la sociedad de 1920.
Aparecen personajes políticos de la época, miembros dadaístas, deportistas, junto con piezas mecánicas que representan la modernidad que vinculan distintas escenas del cuadro.
La idea de montaje conlleva en sí misma la idea de una relevancia simbólica: al cortar, se resignifica la imagen.
Esta posibilidad de reconstrucción lleva a los surrealistas a usar la acción del fotomontaje, interesándose por lo que la fotografía les ofrecía en busca de ensanchar sus posibilidades. Tanto László Moholy-Nagy como Man Ray constituyen buenos ejemplos de este interés.
El fotomontaje se utilizó durante los años treinta como herramienta de adoctrinamiento y propaganda por razones morales y políticas: su uso se basa en la creencia de que una obra de arte (o de propaganda) era un arma de lucha política, puesto que las obras de la imaginación ejercen una influencia social enorme y los artistas políticamente revolucionarios esperan integrar su obra en la lucha de las masas.
Grete Stern, de origen alemán, nacionalizada argentina, es una de las primeras surrealistas que usó el fotomontaje. Accedió a la Escuela de la Bauhaus de la mano de su profesor Walter Peterhans. Sus obras de la serie Sueños, de carácter onírico y ejecución surrealista, muestran con nitidez su impronta vanguardista. Stern fue la primera fotógrafa latinoamericana en abordar los problemas de la mujer mediante la fotografía y, más precisamente, a través del fotomontaje.
Gilbert Garcin es un autor que se inició en la fotografía a los sesenta y cinco años, tras jubilarse.
Sus fotomontajes, con un caudal poético extraordinario, lo sitúan a él mismo y a su esposa en situaciones que recrean acciones simbólicas y personajes míticos como Sísifo.
A partir de los años setenta, Jerry Uelsmann incorpora el montaje en sus negativos. Aquí la suma de imágenes deja de ser evidente para quedar totalmente integrada: una sumatoria a la que hoy estamos más habituados desde el uso de programas de edición tales como Photoshop, pero que en su momento causó sensación.
El fotomontaje puede por tanto realizarse en la copia o en el negativo mismo, con la intención de que el recurso sea evidente o de incorporarlo a la imagen disimulándolo. Posee la ventaja de ser un arte sumamente accesible al trabajar con imágenes ya existentes que se resignifican.
Desde esta perspectiva, puede considerarse que el fotomontaje conecta también con el ready made.
Al asimilar estas características, el fotomontaje guarda una relación directa con el inconsciente: podemos igualar y mezclar planos, sujetos y objetos que habitualmente no pueden mezclarse y crear nuevas realidades combinando elementos tanto simbólicos como reales que crean un nuevo significado. Permite poner en el mismo plano imágenes que pertenecen a planos diferentes, por lo que se modifica la perspectiva, el contorno, la iluminación, el fondo y/o el punto de vista.
Así, el fotomontaje se erige como elemento de invención, de imaginación y de reestructuración de universo personal, social y político.
Bibliografía
Badger, G. (2009). La genialidad de la fotografía. Cómo la fotografía ha cambiado nuestras vidas. Barcelona: Blume.
Berger, J. (2014). Ensayos y artículos escogidos. Los usos políticos del fotomontaje. Barcelona: Gustavo Gili.
Lowe, P. (2016). Maestros de la fotografía: técnicas creativas de 100 grandes fotógrafos. Barcelona: Gustavo Gili.