Descripción
Fotografiar es tiempo.
Y el tiempo es creación.
«Cuanto más profundicemos en la naturaleza del tiempo, más comprenderemos que duración significa invención, creación de formas, elaboración continua de lo absolutamente nuevo.»
Henri Bergson (2007, pág. 30)
Todo lo que podemos hacer en fotografía atañe, de una u otra manera, al paso del tiempo: sin tiempo no hay fotografía.
La fotografía nace de la relación entre luz y tiempo. Sin luz ni tiempo no acontece el hecho fotográfico porque la acción fotográfica se basa en la temporalidad.
La fotografía ha resultado un medio artístico a través del cual la humanidad ha recreado la duración y el devenir. No es de extrañar entonces que la idea de secuencialidad no haya tardado en surgir.
En torno a la temporalidad podemos citar dos estadios básicos: el tiempo detenido (imagen congelada) y el transcurso del tiempo (donde se registra un movimiento). En ambos casos, la existencia humana se ve involucrada en toda su extensión.
El modernismo de la década de 1930 fue de gran importancia para la fotografía, que se vio influida por las vanguardias. En esta época surgirían grandes artistas y uno especialmente importante para la fotografía: Henri Cartier-Bresson.
Cartier-Bresson pronto comprendió las implicancias entre fotografía, tiempo y vida y expresó su intranquilidad ante la fugacidad de los momentos y el eterno correr del tiempo.
Su vinculación con el inconsciente, el arte y la vida condujeron a Cartier-Bresson al desarrollo de lo que llamó «instante decisivo», un concepto que se convirtió en la base de toda su obra.
La fotografía nos permite así capturar la sustancia del tiempo, sorprendiendo a la vida y captando su esencia en una fracción de segundo.
La vida es entonces la protagonista indiscutible, y la cámara la herramienta para, aunque sea brevemente, poder aprehenderla.
Como el mismo Cartier-Bresson afirmaba,
«fotografiar es poner la cabeza, el ojo y el corazón en el mismo punto de mira.»
Cartier-Bresson (2003, pág. 11)
Existe además en sus imágenes una cuidadísima composición que llevaría a Roland Barthes al punctum de la fotografía. La posfotografía se halla hoy en las antípodas de este concepto.
«Los instantes decisivos son relegados por los indecisivos.»
Fontcuberta (2016, pág. 171)
El avance tecnológico de la fotografía y sus soportes, que han ido evolucionando en cuanto cualidades sensitométricas, han permitido a diversos autores fraccionar el tiempo y hacer uso de todo su potencial.
Pero, ya sea que congelemos la imagen o acusemos el paso del tiempo, cada fotograma (sea este analógico o digital) es hablar de tiempo y de la tensión inevitable entre lo que permanece y lo que socava.
Secuencia
La secuencialidad en fotografía se corresponde con una serie de fotogramas que establecen una narrativa o una serie de elementos que se suceden unos a otros y guardan relación entre sí: una yuxtaposición de imágenes que configuran una reflexión o relato.
En la configuración de la pieza o serie fotográfica, es importante distinguir los diferentes tiempos:
- el tiempo objetivo (aquel definido por el momento preciso en que fue tomada la imagen),
- el tiempo representado (aquel que se muestra en la foto a través de las marcas temporales que el fotógrafo decide mostrar),
- el tiempo simbólico (cuando la imagen se construye a partir de la significación o de recurrir a figuras retóricas visuales) y, finalmente,
- el tiempo subjetivo (determinado por el punto de vista del autor y la interpretación del observador).
Tiempo y narrativa
Un autor fundamental en el tema de la temporalidad es Hiroshi Sugimoto, que construye una fuerte corriente de anclaje en lo puramente fotográfico al trabajar desde una perspectiva analógica con cámaras de gran formato donde la sumatoria del tiempo es lo que construye su imagen.
En diversas series donde fotografía teatros, cines y mares, la imagen se construye con la sumatoria de tiempo al mantener abierto el diafragma durante el tiempo completo de proyección de la película, con lo cual la saturación de luz viene de la sumatoria de tiempo.
Esto es lo que explicaría que, desde el punto de vista conceptual, el tiempo es quien produce la imagen.
Por su parte, Duane Michals desarrolla su narrativa a partir de un error fotográfico: en un viaje, su cámara se trabó en el último fotograma del carrete. Esto generó una sobreimpresión en las imágenes, lo cual le hizo ver que podía sobreimprimir imágenes y hacer doble exposiciones para construir narrativas internas.
Partiendo de esta base, desarrolla un estado de experimentación donde construye pequeñas narraciones a modo de viñetas literarias.
Michals ha sido muy influido por la literatura y se interesa por la cuestión del doble, el laberinto, la vida, la muerte. Sus metáforas, al igual que en los cuadros de Escher, parecen comenzar y desarrollarse para volver a un mismo punto: hay una vuelta, un círculo, un eterno retorno en sus fotogramas.
«Utilizo la fotografía como herramienta de investigación del tiempo. Lo uso con el mismo deseo de un escritor. Soy un cuentacuentos.»
Michals (2017, pág. 1)
También incorpora a las fotografías textos de su puño y letra, rompiendo la solemnidad de la copia física, atreviéndose a intervenirla.
Su interés sustancial es la naturaleza humana y la fotografía es un pretexto para plantear interrogantes y descubrir respuestas en torno a lo existencial del sujeto.
Es un autor fundamentalmente interesado en las grandes preguntas filosóficas: qué es la vida, qué es la muerte, qué es el deseo, la realidad, el arte.
Sam Taylor-Wood genera secuencias de tiempo y atemporalidad: un tiempo congelado.
Una situación en una escena determinada que parece haberse quedado clavada en el tiempo.
Es de destacar su serie de frutas donde trabaja directamente con el concepto de temporalidad través de la exposición en el tiempo y la descomposición, con toda su reminiscencia a la muerte, donde el paso de tiempo nos permite observar la evolución de un proceso.
Las nociones de tiempo y secuencia están inexorablemente vinculadas con el impulso vital y aportan una reflexión sobre la vida.
La instancia de tiempo es nuestra vida: si no tuviéramos tiempo, no habría vida tal y como la conocemos.
Bibliografía
Barthes, R. (1989). La cámara lúcida: Notas sobre la fotografía. Barcelona: Paidós.
Bergson, H. (2007). La evolución creadora. Buenos Aires: Cactus.
Cartier-Bresson, H. (2003). Fotografiar del natural. Barcelona: Gustavo Gili.
Fontcuberta, J. (2016). La furia de las imágenes. Barcelona: Galaxia Gutenberg.
López Aguilar, E. (2002, octubre). «Julio Cortázar y la fotografía». La Jornada Semanal (núm. 397).
Riaño, O. (2017). Duane Michaels, el fotógrafo que no sabe hacer fotos. [Fecha de consulta: 2 de abril de 2018]. <https://www.elespanol.com/cultura/arte/20170529/219728474_0.html>
Sánchez Ecuer, M. (2015). Fotografiar y narrar el tiempo. [Fecha de consulta: 2 de abril de 2018]. <http://zonezero.com/es/temporalidad/260-fotografiar-y-narrar-el-tiempo>